Ruta de los Comuneros
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En la década de 1770, la inconformidad era
el sentir en el Nuevo Reino de Granada, pero fue hasta 1781 con la Revolución
de los Comuneros cuando se expresa el descontento. En ese entonces, Manuela
Beltrán rompe el edicto del nuevo impuesto conocido como “Armada de
Barlovento”, cobrado para apoyar la guerra de España con Inglaterra, revuelta
que inicia en la población de Socorro, Santander, de allí partieron 6.000
hombres con rumbo a Santa Fe, y en su recorrido se unieron muchos más, hasta
completar 20.000. En Puente Real, hoy Puente Nacional, se encontraron con la
Tropa enviada desde Santa Fe que pretendía truncar su avance, pero no lo
lograron. A su paso, la Revolución de los Comuneros despertó el interés de
indígenas, nobles, comerciantes y agricultores, de otros pueblos que deseaban
unirse a la causa, por ello en esta Ruta también se destacan San Gil, Mogotes,
Barichara, Guane, Aratoca, Guadalupe, Confines, Oiba, Suaita, San Benito,
Charalá, Güepsa, Barbosa, Vélez y Puente Nacional en Santander; Saboyá y
Chiquinquirá en Boyacá; Simijaca, Fúquene, Susa, Ubaté, Sutatausa, Nemocón,
Cogua y Zipaquirá en Cundinamarca.
El camino que
comunicaba al Socorro con Santa Fe, recuerda aquellas regiones de tierras
fértiles llena de tradiciones. Bellos parajes sobre la Cordillera Oriental,
donde contrastan paisajes con profundos cañones de escarpadas formas, pasando
luego por profundas lagunas para finalmente descansar en el verde del Altiplano
Cundiboyacense. En Santander, los valles, cascadas y cuevas bordean las
poblaciones de calles empinadas, adornadas por balcones característicos de la
arquitectura colonial, que enmarcan las plazas principales, donde los
monumentos de los mártires de la revolución como, José Antonio Galán, recuerdan
con orgullo una época de luchas e ideales. Cerca de 30 kilómetros tuvieron que
avanzar los Comuneros para cruzar el departamento de Santander y llegar a
Chiquinquirá, Boyacá, que guarda en sus iglesias la expresión de una población
aborigen y ancestral. Duros recorridos acompañados por sueños de libertad, que
aún se percibe en el ambiente de lugares considerados patrimonio histórico y
cultural del país.
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